Todas las voces todas


WALTER SOSA lee 'La sonrisa de Dorothy'.

El libro también ofrece estos cuentos:

Imprevista mente
Cada vez que yo paso por su vereda, el muchachito
de la otra cuadra me dice cosas. Es vecino de doña
Florencia, a quien todos apodamos la señora Fo. Desde
que llegó al barrio le tomamos cierta simpatía: muchas de
las vecinas habíamos escuchado de sus labios algún
que otro halago, pero siempre sus palabras sonaban agradables,
algo así como piropos sensuales pero dichos con galantería
y con delicadeza. Un día me invitó a tomar un café. Yo soy
una mujer algo mayor que él pero joven y sobre todo
independiente, así que no me pareció mal.
María Esther Aceistel – pedir el cuento competo a:
claudia-d@hotmail.com


Desenlace
El atardecer en la playa es maravilloso: ocres, rojos y
violáceos en el cielo contrastan con el azul verdoso
del mar, calmo y apacible. Veo la figura de un hombre
pescando y la silueta de un velero en el horizonte. Me detengo un
momento y observo paso a paso cómo
el sol cae en el mar. ¡Qué paz! La brisa es calurosa
aún en este marzo que se despide. Pasando el médano
más alto, después del faro, ya puedo ver la casa: lo
primero es la chimenea de ladrillos rojos; el camino
gira a la derecha y pasando el monte de pinos, ya en
el recodo diviso el frente con los ventanales abiertos
y el balcón colmado de flores y verde en macetas
muy bien dispuestas. Un tanto alejado de la ciudad
y con pocos vecinos, este lugar es ideal para
el descanso. La llegada me produce una doble sensación:
alegría y ansiedad por la aventura que viviré.
Alicia Anselmi – pedir el cuento completo a:
aliciaanselmi2@gmail.com


Ser diferente
Cómo nació así, ni siquiera él lo supo. Era pura ironía
de la vida que fuese tan frágil pero robusto, pesado
como nadie pero quebradizo a más no poder. El niño de
vidrio, como solían llamarlo, creció contra todas las reglas
naturales y vivió más allá de lo posible, pues tenía alma
humana y a través de él se podía ver un corazón
rojo que latía vital bajo el pecho invisible.
Romina Asprea – pedir el cuento completo a:
rominasprea@hotmail.com


La decadencia del poroto
El timbre acaba de sonar anunciando el recreo, los chicos
salen atropelladamente del aula, los maestros apurados
recogen sus cosas y se dirigen a otras aulas; es el cambio
de áreas, la señorita Stella enseña Ciencias Naturales
y por eso hoy ella ha preparado una clase magistral
sobre la germinación del poroto, o mejor, del fasolus
vulgaris, nombre científico de la susodicha legumbre.
Otra vez, como durante generaciones de maestras
y alumnos, será el momento del histórico poroto.
Stella Maris Berlo – pedir el cuento completo a:
tangomal@yahoo.com.ar

El que no volvió
Sonó el teléfono esa tarde de mayo y contesté
sin premoniciones; una voz de hombre me preguntó
si estaba Julieta, cuando le dije que era yo me preguntó
gozoso si no lo reconocía. Pasé el escáner de
voces por mi memoria ram cerebral y no encontré
coincidencias, por lo que le dije no saber quién era.
–No me cortes; soy Jorge Prosik.
Un disparo me entró por la oreja, me frió el cerebro,
me atravesó las entrañas en milésimas de segundos
y salió por mi sexo. Mis extremidades se derritieron
y fui cayendo lentamente. En un momento de lucidez
busqué el sillón y me dejé caer en él, luchando
por el aire que se negaba a entrar en mis pulmones.
Emma Caldironi – Pedir el cuento completo a:
eec _ 53@yahoo.com.ar


La loba en la cima
La semana pasada tuve una experiencia de ésas
que hace falta compartir. Así que llamé a mi
amigo Héctor, lo invité a tomar un café, y le
pregunté si alguna vez una llamada
telefónica lo había movilizado profundamente en
sus sentimientos. Él me dijo que sí. “¿Y a vos, Wilfredo?”,
me invitó a soltar el rollo.
Entonces le conté a Héctor mi historia:
El miércoles pasado me llamó otro amigo para
recomendarme un Café Literario. Él se dedica a
escribir y sabía que yo estaba solo y que ese tipo de
reuniones me gustan. Además de que se podía
escuchar buena música, me comentó que varios
escritores leerían obras escritas por ellos, y me
pareció muy interesante porque era un evento
novedoso en la ciudad. Y el lugar ya tenía fama
por las mujeres que lo frecuentaban
(en general exuberantes y generosas),
muchas de ellas alumnas de un conocido
Taller de escritura.
Roque W. Cvitanovich – Pedir el cuento competo a:
malvinas@sonnuestras.com.ar


MARILINA RIZZO lee su cuento 'A oscuras'.

Otras histrorias del libro:

La despedida
Hoy supe que demolieron el hotel Germain.
La noticia no me sorprendió porque estaba
prácticamente en ruinas desde hacía años, pero
me llevó a revivir un tiempo amado y a la vez
perdido bruscamente, por lo que allí pasó ese día.
Décadas atrás, el hotel Germain había sido el
orgullo del barrio por sus líneas suntuosas, sus
mármoles y frisos que se destacaban de entre
las casas modestas y bajas. Fue construido para
albergar turistas que en enero y febrero
disfrutaban del río manso, un río que contaminado
por la modernidad, arrastró consigo el futuro del
hotel. Nosotras ya lo conocimos ruinoso aunque
todavía resultaba acogedor, y aprovechamos el
buffet que daba a la calle para usarlo como centro
de reunión. Éramos cuatro amigas cómplices,
diversas, opuestas, ansiosas por descifrar un mundo
que se nos antojaba misterioso e irresistible.
Marcela Drittanti – Pedir el cuento completo a:
betoecarranza@yahoo.com.ar

Historia del compadrito
Me atraía el arrabal con ese submundo mágico,
tan distinto del mío: el Bajo de Retiro, la zona
descampada del Sur, que comenzaba donde terminaba
el empedrado, sus andurriales, los faroles amarillentos,
el rancherío, los boliches y el hembraje. Lo que más
me atrapaba era la bravura de sus hombres, los guapos
que, con su sola presencia, imponían respeto. Para pasar
inadvertido, me empecé a infiltrar en el ambiente vestido
como ellos.
Mabel Fernández – Pedir el cuento completo a:
mabyvidela@yahoo.com.ar


El candidato
A mí tan luego hablarme de Benito Ordóñez,
el Manosanta. Lo recuerdo como un hombre
alto, enjuto, de pelo lacio peinado con raya al
medio, de cara ovalada y unos ojos enormes
y renegridos que parecían mirar desde la oscuridad.
Vivía en el barrio San Vicente de la ciudad de
Córdoba. Benito, desde muy joven curaba el
empacho y el mal de ojo a los vecinos del barrio,
y como era bueno en lo suyo poco a poco empezaron
a venir gentes de otros barrios.
Un día doña Rosario la comadrona le dijo:
–Benito, estás dotado con los dones.
Edgardo Gelós – Pedir el cuento completo a:
elos29@de bahia.com


Del más allá
–¡Serenesé! ¡Serenesé! –me insistía la mujer
detrás del mostrador–, yo sé que esto no es
fácil para usted, pero si se serena un poco,
no va a tardar en comprender que lo que le
está pasando es algo que nos ocurre a todos alguna
vez, algo simple y natural: ¡Usted se ha muerto!
Me quedé finalmente en silencio, aturdido.
–Mire –prosiguió la mujer–, entiéndame bien,
cuando le digo muerto, lo estoy haciendo en el
sentido, digamos, terrenal de la palabra. ¿Se da
cuenta? Acá la muerte no existe. Aquella última
aclaración no hizo otra cosa que confundirme más.
Lo único que me parecía totalmente natural, en
esas circunstancias, era mi propio aturdimiento,
y no era para menos; no tenía la menor idea de dónde
estaba ni tampoco de cómo había llegado hasta ahí.
–No recuerdo haber muerto –dije por fin.
Claudio Guerra – Pedir el cuento completo a:
claudionguerra@yahoo.com.ar

Joyce no sirve para nada
Soy el Ulises de Joyce, Editorial Santiago
Rueda, traducción de Juan Salas Subirat,
y me pasa que he sido olvidado, confinado
al primer estante de la biblioteca más oculta de
una casa de Bahía Blanca. A un costado mío está
El ruido y la furia de Faulkner, que me habla
sólo para narrar cosas terribles, crímenes, incestos.
Al otro costado hay un libro viejo y deshecho
cuyo nombre no puedo ver, si hasta le faltan las
tapas y las primeras páginas. Acá está oscuro y
sucio y no puedo parar de pensar en el tiempo
en que estaba en la biblioteca principal de la casa,
tercer estante, el que coincide con la altura de
una persona promedio, por lo tanto, el más visitado.
Pero todo cambió cuando llegó el extraño a la
casa con sus libros nuevos con grandes tapas de
colores vivos y foto del autor más grande
que el título mismo y reconocimiento de los
mejores suplementos de espectáculos del mundo.
Juan José Guerra – Pedir el cuento completo a:
naujred@hotmail.com

Y la sigo esperando
Como viajante, acostumbro a recorrer las rutas
durante muchas horas. En el trayecto algunas
veces levanto pasajeros que hacen dedo. Justamente
el que viajó conmigo ayer me narró una historia diferente
de todas las que había oído. Se trataba de un
hombre con canas incipientes que tenía mucha
necesidadde hablar. Pasé a ser su oyente cautivo.
Durante el viaje empezó a explayarse acerca de los
problemas que lo afligían.
–Me tuve que convencer de que en la vida hay cosas
que no tienen explicación, solamente hay que sentirlas
–me dijo con cara triste. Y siguió hablando:
Adriana Ionni – Pedir el cuento completo a:
adrianaionni@gmail.com



JUAN JOSÉ GUERRA cuenta que
'Joyce no sirve para nada'.
Y hay más:
El inconsciente
Cuando lo perdí, allá por el año cinco o seis después
del anterior, aún no lo valoraba lo suficiente.
No era agradable al recuerdo, era informe,
de rasgos hoscos y escasas puntas dulces.
Yo no lo quería en aquel tiempo, así que perderlo
me fue indiferente. Pero ahora volvió y es distinto,
o quizá sea yo el que cambió demasiado.
Leonardo Ordinez – Pedir el cuento completo a:
La pregunta más temida
Hay clases que nos salen ‘redondas’. Hay momentos
en nuestra vida de maestras que resultan
profundamente satisfactorios, porque pusimos todo
de nosotras para explicar un tema, y porque cada uno
de nuestros alumnos lo entendió. Son episodios
demasiado perfectos, y entonces, bastante
infrecuentes. Porque siempre, aún después de esas
clases ‘magistrales’, alguna duda sobrevuela y entonces
los más inquietos o los más valientes o los más curiosos,
naturalmente preguntan. Y además, si hemos sido
claras pero también ‘estimulantes’, es bueno que quieran
saber nuevas cosas. Esta es la historia de la pregunta
más difícil que me tocó escuchar:
Zelmi Pérez – Pedir el cuento competo a:
Volver a los 17
–No entiendo por qué me sorprendió tanto
encontrarlo justo ahí –me dijo mi amiga–, después
de todo era tan extraño que él fuera como que
haya ido yo. Nos habíamos encontrado, como
tantas otras veces, en su casa de avenidaAlem, y
entre mate y mate hacía horas que daba
vueltas sin abordar lo que en el fondo quería
contarme.
–Todavía tiene el garbo que tenía cuando
los dos éramos estudiantes –fue entrando en
tema ella-: ese andar despreocupado que hacía
del aire suspiros en todas nosotras. Hablaba poco
y elegía qué y a quién hablarle ese poco, como si
de esa manera te distinguiera; era su forma de
decirte “me importás”. Nos hacíamos bien, pero
un lejano parentesco nos impidió avanzar.
Claudia Ninel Redondas – Pedir el cuento completo a:
A Oscuras
Ellos están acá otra vez, no los veo, la pieza
está oscura, pero puedo sentirlos. Sé que
me miran, no me atrevo a moverme, podrían
descubrirme. Estoy tan tapada que tengo
miedo de asfixiarme, siento calor, me transpira
el cuello y la espalda, pero cualquier movimiento
puede ser fatal. Mi hermana duerme, no los
ha oído, nunca los escucha. Si yo pudiera
hacer lo mismo…
Marilina Rizzo – Pedir el cuento completo a:
Decir mamá
Quiero contar esta historia de dolor,
de amor y de asombro, que me sucedió allá
por 1.958. En realidad le ocurrió a Silvia, una íntima amiga,
pero atodos nos dejó su marca. Ella era una hermosa
mujer, su esposo un importante industrial, y
tenían dos hijos maravillosos, de 12 y 14 años.
Norma Rodríguez – Pedir el cuento completo a:
susy-tato@spee dy.com.ar
La sonrisa de Dorothy
Hoy llueve, y cuando llueve recuerdo que
la cara de Dorothy Thompson era buena.
Supongo que cuando se desvaneció en la
oscuridad también sonrió. No creo que esa
noche haya sido la excepción. Dorothy
era una bella sajona, de cabellos negros
y tez pálida casi transparente, tanto que solía
sonrojarse con el solo hecho de sentir una
mínimavergüenza. Su cuerpo esbelto y sus
ademanes eran una precisa y deliciosacombinación
de modos de dama y atributos
de mujer. Ella había partido hacía un buen
tiempo de Londres (eso dicen) acompañando
a su marido, un ingeniero ferroviario inglés
que llegó a la Argentina un tiempo
después de que las vías llegaron a Bahía Blanca.
Walter Sosa – Pedir el cuento completo a:
La última carrera
Joaquín se desperezó ruidosamente. Era un
domingo bien en rojo, como lo manda el calendario.
Después del azul de los sábados, se detenía en la cama,
apretujaba contra la almohada la Palermo
(tan roja), que había comprado de madrugada,
privilegiando esa revista y desdeñando los diarios
apilados. Él sabía desde hace tiempo que las carreras
se marcan allí, ensuciándose los dedos con tinta
roja y olor a imprenta. Apuró un café que
lo resucitaba: nunca le gustó el mate los domingos,
comería algo camino al hipódromo; esta vez no
tenía que viajar tanto ya que iba a Palermo.
Joaquín se sentía pleno, tenía una fija que
pagaba bien, como en un cuento, si se le daba.
Guillermo Tavcar - Pedir el cuento completo a:
El homenaje
–Yo creo que los homenajes hay que hacerlos
en vida –dijo uno de los hombres que se habían
reunido para discutir el caso de doña Florita,
la maestra jubilada más antigua del pueblo
–una vez que alguien que queremos se nos
va, ¿de qué sirven?; ni siquiera podemos dale
las gracias. ¡Es la mínima satisfacción que
podemos darle a esa persona mientras
está viva!
Sara Vivier – Pedir el cuento competo a:

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